Aquiles Córdova Morán
Y es que por años, por varios años,
los dirigentes antorchistas que encabezan demandas de esa naturaleza, han ido,
con paciencia y humildad de santos, de oficina en oficina y de funcionario en
funcionario explicando, una y otra vez, la justificación, los detalles
(legales, sociales y políticos), los requisitos cubiertos y los acuerdos
tomados sobre cada una de las peticiones de su gente, mientras el burócrata
respectivo, atrincherado detrás de su escritorio, símbolo de su fuerza y poder,
se limita a sonreír, a “tomar nota” (o a fingir que lo hace) y a concluir la
entrevista con la consabida promesa de que informará de todo a su superior y
“les avisaremos cuando haya algo”. Para echar doble cerrojo a la puerta,
todavía remata: “no es necesario que vengan; nosotros los llamaremos”.
Hoy, con la nueva SEDATU, la
historia parece repetirse “c” por “b”. Después de varios intentos fallidos, por
fin el comité nacional antorchista de gestión agraria logró entrevistarse con
el titular de la dependencia, el Licenciado Jorge Carlos Ramírez Marín, quien
tuvo la gentileza y la paciencia de escuchar completo el pliego de demandas,
los trámites llevados a cabo (a veces por partida doble y hasta triple) y las
promesas reiteradas de solución que nunca han pasado de eso, de promesas hechas
con la premeditada intención de no cumplirlas. El acuerdo esencial (y muy
esperanzador) que en esta ocasión se tomó fue que habría una reunión mensual
con algún funcionario de SEDATU de alto nivel, esto es, con plena capacidad de
decisión sobre la agenda planteada, para revisar puntualmente los avances
concretos sobre las soluciones mutuamente acordadas. La primera de estas
reuniones se agendó con la subsecretaria Georgina Trujillo Zentella; pero uno o
dos días antes de que se cumpliera la fecha de la reunión tan solemnemente
concertada, un telefonazo de esos que no dan lugar a protesta alguna le informó
a Homero que, “por problemas de agenda” de la subsecretaria Trujillo, se
aplazaba para una nueva fecha. Puntuales, los interesados se apersonaron en el
lugar, día y hora indicados, pero sólo para encontrarse con la “información” de
que la funcionaria se hallaba fuera de su oficina y que los “atendería” un
señor Licenciado de cuyo nombre y cargo no se acordaba, bien a bien, ni
siquiera el empleado encargado de la “notificación”. Naturalmente, el grupo
rechazó tan alta distinción y optó por retirarse. He aquí el motivo, tal como
ha dicho Homero, por el cual no ha quedado más recurso que la manifestación
pública que él mismo está anunciando.
Ítem más. Desde que el señor Doctor
Rafael Moreno Valle Rosas tomó las riendas del gobierno de Puebla, el
antorchismo de ese estado tomó el acuerdo, absolutamente voluntario y de buena
fe, de evitar dar la impresión de que se buscaba una relación tensa y
enfrentada con él por tratarse de alguien salido de un partido distinto al de
ellos. En consecuencia, continuó todas sus demandas y gestiones por la vía
institucional, no sin antes armarse de paciencia y de la prudencia
racionalmente tolerable para esperar en calma la resolución práctica de su
pliego petitorio. Pero han pasado ya más dos años de eso y la paciente espera,
al menos hasta hoy, ha resultado absolutamente infructuosa, totalmente estéril
por decir lo menos. Y también aquí, como a nivel federal, no se trata de
negligencia de la parte interesada, pues el antorchismo poblano ha hecho todo
lo que en sus manos estaba para llegar a acuerdos sensatos y oportunos y evitar
así llegar al punto de ruptura de una relación institucional y respetuosa. Pero
a la fecha, repito, no sólo no hay soluciones en el terreno de los hechos, sino
ni siquiera un proyecto de minuta mutuamente acordada que pudiera servir de
calmante a los desesperados y ya bastante airados antorchistas.
Esta insostenible situación obligó
al Comité Estatal, que preside el Ing. Juan Manuel Celis Aguirre, a efectuar
dos marchas al palacio de gobierno, con cinco mil y diez mil poblanos,
respectivamente, en demanda de apertura de una mesa de negociaciones que, esta
vez sí, trate en serio los problemas; la respuesta oficial a ambas
manifestaciones de descontento ha sido la más absoluta arrogancia, el más
absoluto menosprecio manifestado en puertas cerradas a piedra y lodo y sólo
policías custodiando la casa de gobierno. Por esta razón, y por ninguna otra,
el antorchismo poblano está en un receso breve para preparar la primera
protesta en serio en lo que va del sexenio morenovallista: 20 mil poblanos que,
si la prepotencia oficial continúa, se transformaran en 30 mil y, en esa
ocasión, instalarán un plantón indefinido frente a la sede del gobierno
estatal. Y el número de manifestantes seguirá aumentando.
Pero
me expresé mal al decir que las protestas antorchistas no han tenido respuesta.
Sí la han tenido, pero, como siempre, en forma de una guerra sucia a través de
los medios. Ya salió la jauría mercenaria a “denunciar” que, en el mitin final
de la última marcha, el Ing. Celis llevaba tenis Nike nuevos por valor de dos
mil pesos; que la diputada Soraya Córdova confesó que, en 2010, el antorchismo
“traicionó al PRI”; y, a nivel federal, ya hubo quien acusa a Antorcha de
“agresora de periodistas” que, por supuesto, “sólo cumplen con su deber de
informar”, y que lo hace “abusando” de su derecho de réplica (¿¡cuál?!). Un
politólogo serio, maduro y muy preparado académicamente, me dijo al ver esto:
“Tu organización se enfrenta a un doble muro de contención: de un lado, el
bloqueo de los funcionarios; de otro, el ataque de los medios. Es el pacto por
México desvirtuado por gente de segundo orden. ¿No conoces, acaso, aquella
sentencia que dice que, cuando los poderosos se ponen de acuerdo, los débiles
deben ponerse a temblar?” Y yo, como Jacinto Cenobio, sin trago de vino de por
medio, me quedé pensando.
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